Saini S, Shams M, Bernstein JA, Maurer M.
J Allergy Clin Immunol Pract. 2020 Apr 13. pii: S2213-2198(20)30329-9. doi: 10.1016/j.jaip.2020.03.030. [Artículo publicado electrónicamente antes que en versión impresa]
Entre los síntomas de la urticaria crónica encontramos ronchas pruriginosas, angioedema o ambos, causados por la liberación de histamina, metabolitos de la prostaglandina, leucotrienos, factor activador de las plaquetas y otros mediadores proinflamatorios, que a su vez desencadenan vasodilatación y extravasación, activación de los nervios sensitivos e infiltración celular.
La urticaria crónica es un cuadro clínico frecuente que deteriora la calidad de vida y supone una carga importante para la salud. Se han publicado las directrices de un grupo de consenso internacional que recomienda el empleo de una terminología y unas definiciones estandarizadas para los diferentes tipos de urticaria crónica, tales como la urticaria crónica espontánea o la urticaria crónica inducible. Sin embargo, falta comprender las rutas del mecanismo y el tratamiento en algunas poblaciones más vulnerables, como los niños, las personas ancianas y las mujeres embarazadas o lactantes.
Entre el 40 % y el 50 % de los pacientes se tratan de manera efectiva con un antihistamínico H1 no sedante en monoterapia o con un aumento de entre el doble y el cuádruple de la dosis recomendada. Los biológicos como el omalizumab o los inmunodepresores como la ciclosporina se utilizan cuando el paciente deja de responder a los tratamientos más sencillos. Hay pruebas de que el omalizumab puede emplearse con toda seguridad en poblaciones vulnerables; sin embargo, la ciclosporina presenta una toxicidad mayor y no es adecuada para estas poblaciones.
Se necesitan otros tratamientos para los pacientes vulnerables con urticaria crónica.